sábado, 12 de septiembre de 2009

Nuevo Juan del Grijalva, su gente

Ángeles Mariscal
Ostuacán, Chis. Don Benito Pérez Cruz tiene 60 hectáreas de dedicadas a la agricultura y ganadería en la zona ejidal de Juan del Grijalva, pero ahora trabaja en uno de los ocho invernaderos productores de jitomate que se encuentran en la ciudad rural a donde él y otras 409 familias serán trasladadas.
Dice que tiene que ganar lo suficiente para pagar un peón que cuide sus terrenos, ubicados a tres horas de distancia de su nuevo hábitat. Él, al igual que cada uno de los futuros habitantes de la Ciudad Rural Nuevo Juan del Grijalva, ven como el principal obstáculo ante su nueva vida, el costo económico que implica vivir en una ciudad “donde hasta la tortilla hay que comprar”.
Según el censo realizado a los habitantes de once poblados que fueron desplazados por las inundaciones de noviembre de 2007, y que serán los futuros habitantes de la Ciudad Rural Nuevo Juan del Grijalva, cada familia posee entre 20 y 80 hectáreas de terreno dedicado a la ganadería, la siembra de maíz, frijol, cacao, además de sus cultivos de autoconsumo.
Los poblados Sayula, Nuevo Sayula, Playa Larga Primera y Tercera Sección, Loma Bonita, La Laja, Muspac, Salomón González Blanco, Peña El Mico, Antonio León y lo que quedó de Juan del Grijalva, permanecen semivacios. Sólo unos cuantos de sus habitantes se resistieron a salir de estos lugares considerados zonas de riesgo por deslaves, derrumbes e inundaciones
El resto, 410 familias, salieron desde noviembre de 2007 cuando el derrumbe de un cerro que obstruyó en río Grijalva y arrastró un poblado. Se instalaron en albergues provisionales, en donde aún permanecen, hasta que se termine de construir la ciudad rural a donde serán trasladados. No existe aún una fecha determinada.
Don Benito sigue con el nombramiento de Comisariado de Juan del Grijalva, aunque el poblado ya no existe. Relata que muchos de los habitantes de los poblados desalojados “no quisieron dejar su ranchito y volvieron a regresar a sus casas, aunque ya fueron beneficiados con sus casas en la ciudad rural”.
“Allá en nuestro rancho teníamos lo que queríamos para comer, acá (en la ciudad rural) todo es comprado. Acá se compra hasta la tortilla, cuando allá todo lo sembrábamos, y no invertíamos”.
Dice que la ventaja de vivir en la ciudad serán las escuelas y la facilidad de sus hijos para asistir a ellas; además del acceso al centro de salud que también estará en la ciudad. El resto lo ve como obstáculos. “Las casas son chiquititas apenas dos cuartos y un patio, no estamos acostumbrados a eso. Y lo poco que gano acá trabajando en el invernadero lo invierto en pagar quien atienda mi ranchito”
Al final concluye: depende como nos acomodemos nos quedamos o nos regresamos.
El proyecto de la Ciudad Rural Nuevo Juan del Grijalva indica que la misma debe eser sustentable en términos económicos. Plantea que todos sus habitantes deben laborar ya sea en las microempresas como la planta procesadora de leche, cacao, la granja avícola o los invernaderos.
En estos lugares los pobladores entran como socios de alguna de las sociedades de producción rural que se han constituido, y que de momento y hasta los próximos seis meses, recibirán subsidios para operar.
Otra opción es inscribirse como socios en el “corredor comercial de 28 micronegocios que van desde una estética hasta una tortillería”, o de empleados en los cinco supermercaditos, el hostal, la terminal de transporte o las oficinas de correo y telégrafos que van a establecerse.
En los proyectos que ya están operando de forma parcial, se les pidió a los futuros pobladores que se organizarán en grupos de 10 o 20 personas. Ya ha habido diferencias por el manejo de los recursos y de momento no todos han sido incluidos.
Aída Aracely López Ruiz, una de las mujeres que junto con sus familias decidieron ocupar sus viviendas sin esperar la inauguración oficial y el término de los trabajos de construcción de la ciudad, explica que en su caso, fracaso el proyecto de costureras en el que estaba incluida.
“La que era presidenta se quedó con el dinero y a todas nos quitaron las máquinas de coser. Ahora no tenemos como juntar para los gastos porque acá todo es comprado se tiene que pagar además la luz y el agua. Allá en nuestra tierra sembrábamos nuestra comida”, señala mientras barre un espacio de unos 15 metros cuadrados que hace las veces de sala, cocina y comedor.
Las viviendas de que le fueron dotados a cada una de las familias que poblarán el lugar tienen 60 metros cuadrados de construcción y un patio de 200 metros. Cada solar esta separado por una malla de alambre.
Para evitar que los obstáculos que encuentren los pobladores de la nueva ciudad rural los obligue a retornar a sus lugares de origen, el gobierno estatal los persuadió para que firmaran un contrato donde aceptan perder el derecho de propiedad de sus antiguas viviendas, a cambio de la escritura de su nuevo solar.
En el caso de ejidos y comunidades la ley agraria restringe la movilidad de los asentamientos humanos, pero le da facultades a la asamblea para reubicar su poblado, este acuerdo ya realizó, y además establecieron que las tierras de sus poblados pasen a uso común o al proceso de reconversión productiva.
En este último aspecto, el proyecto del gobierno estatal es que la totalidad de las tierras de los habitantes de la ciudad rural sean adscritas al proceso de reconversión productiva.
En este aspecto se les presentó a los campesinos estudios de mercado y planes de negocios, por lo que algunos ya firmaron cartas de intensión de para la siembra de frutales y maderables “de alto valor comercial”; además de palma de aceite para la producción de biodisel.
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